Áncora

Devocionales presentados de forma sencilla

  • La Ley y los Profetas, 2ª parte

    Peter Amsterdam

    [The Law and the Prophets—Part 2]

    Cuando Jesús dijo: «Oísteis que fue dicho a los antiguos: “No matarás, y cualquiera que mate será culpable de juicio”» (Mateo 5:21),aludía a los diversos versículos del Antiguo Testamento relativos al asesinato, a los procedimientos para determinar la culpabilidad y a la sanción que se imponía1. Pese a que la Ley Mosaica prohibía estrictamente el asesinato, Jesús nos enseñó a penetrar más profundamente de lo prescrito en la Ley, a llegar al móvil detrás del acto mismo. «Pero Yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga “Necio” a su hermano, será culpable ante el Concilio; y cualquiera que le diga “Fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego». (Mateo 5:22).

    El principio que Jesús enseñaba es que cometer asesinato es una manifestación exterior de una actitud interior. Habla de la rabia y los insultos, aclarando que los que degradan a otros con palabras vejatorias serán juzgados por Dios. El asesinato es un acto que procede de las intenciones del corazón. El odio, la furia o el desdén generalmente preceden a un acto de esa índole.

    La gente —según nos indica Jesús— podría pensar que está bien posicionada ante Dios porque no ha cometido ningún asesinato; sin embargo, para entender o interpretar correctamente el significado de este mandamiento debemos ir a la raíz de la intencionalidad. Aquí Jesús hace que los oyentes se planteen ciertas preguntas, como por ejemplo si se han enfurecido injustamente con alguien, si lo han odiado, lo han desdeñado, maltratado, degradado o difamado. ¿Han deseado alguna vez que alguien estuviese muerto? En ese caso, han pecado contra Dios y contra los demás, aunque no hayan ido al extremo de consumar el acto de asesinato. Lo que pretende demostrarnos Jesús es que no basta con obedecer el código escrito de la Ley; lo que abrigamos en el corazón y en el pensamiento también es relevante.

    El segundo ejemplo que dio Jesús en el Sermón del Monte es sobre la pureza de corazón y de pensamientos. Jesús comienza por citar lo que dicen las Escrituras, tras lo cual introduce nuevas enseñanzas sobre el tema. «Oísteis que fue dicho: “No cometerás adulterio”. Pero Yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5:27,28).

    Los que escuchaban a Jesús mientras daba el Sermón del Monte sabían que el adulterio estaba prohibido en el séptimo de los Diez Mandamientos (Éxodo 20:14). De la misma manera que en el ejemplo precedente citó el sexto mandamiento sobre no matar, aquí cita el séptimo mandamiento y confirma que el adulterio está mal, que es pecado; pero va más allá y subraya cuál puede ser el peligro de una mirada lasciva y cuáles sus consecuencias. En vez de limitarse a prohibir un acto externo, profundiza en la actitud del corazón que puede conducir al acto pecaminoso2.

    Jesús relacionó el séptimo mandamiento con el décimo, que dice: «No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo» (Éxodo 20:17). La palabra para decir codiciar en la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento) y en este pasaje del evangelio es la misma. Un hombre no debía codiciar o desear a la esposa de otro.

    A diferencia de los fariseos, que hacían hincapié en el cumplimiento literal de la Ley, Jesús dio a entender que el guardarse de cometer el acto de adulterio no lo pone a uno bien con Dios. De la misma manera que la ira puede ser homicidio en el corazón, mirar a una persona del sexo opuesto con la intención de tener relaciones ilícitas con ella puede ser adulterio en el corazón.

    En el Sermón del Monte, Jesús enseña que vivir en el reino de Dios consiste en algo más que cumplir reglas; es procurar una transformación de nuestro corazón, actitud, pensamientos y acciones alineándolos con la Palabra y la voluntad de Dios. A continuación Jesús dice: «Si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala y échala de ti, pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno3 (Mateo 5:29,30).

    En lenguaje hiperbólico exagerado, Jesús aquí destaca la importancia de evitar las tentaciones que nos llevan a pecar. Jesús no está recomendando que nos arranquemos literalmente un ojo ni que nos cortemos una mano (o un pie). Lo que dice es que si tu ojo te hace pecar porque la tentación te llega por medio de los ojos (lo que ves), de las manos (lo que haces) o de los pies (los lugares que visitas), lo que debes hacer es comportarte como si te los hubieras cortado o arrancado. Si tu ojo te hace pecar, no mires; si tu pie te hace pecar, no vayas; y si tu mano te hace pecar, no lo hagas4

    La expresión «te es ocasión de caer» se traduce también como «te hace pecar» (NVI) o «es para ti ocasión de pecado» (BLPH). Es traducción del griego skandalizō, que se emplea varias veces en el Evangelio de Mateo para referirse a algo catastrófico, un tropiezo que desvía a alguien de la senda de la voluntad de Dios y la salvación, o una persona o cosa que interfiere con el propósito salvador de Dios5.

    Aunque hemos sido salvados por el sacrificio que hizo Jesús por nosotros, el pecado sigue siendo algo grave, ya que daña nuestra relación con Dios. Como ciudadanos de Su reino, como hijos Suyos, debemos procurar no pecar. Claro que nos resulta imposible no pecar nunca; pero si sucumbimos con frecuencia al pecado, es señal de que nos hallamos en una situación peligrosa y corremos el riesgo de distanciarnos de Dios.

    Nuestros ojos, manos y pies no nos hacen pecar a todos de la misma manera. No todos tenemos las mismas tentaciones de pecar. Por ejemplo, a uno los ojos lo pueden conducir a la pornografía; entretanto, a otro lo llevan a la envidia, cuando ve lo que otros tienen y se resiente. Todos debemos estar en guardia contra el pecado, pero ese pecado se manifiesta de forma distinta en la vida de cada uno. Debemos ser conscientes de las tentaciones de pecar a las que personalmente estamos expuestos y hacer lo posible por contrarrestarlas.

    Para cumplir este mandamiento de Jesús, es posible que tengamos que arrancar y cortar ciertas cosas, que tengamos que eliminar de nuestra vida algunas que, aun siendo inocentes en sí mismas, son o podrían fácilmente llegar a ser fuentes de tentación. Eso puede incluir nuestra relación con personas que tienden a arrastrarnos al pecado6.

    Como dijo Jesús, es mejor estar en esta vida con algunas cosas de este mundo arrancadas o cortadas, renunciar a ciertas experiencias, a fin de ser fieles a las enseñanzas de Jesús y vivir como ciudadanos del reino de Dios. Nuestra vida actual afecta nuestra existencia eterna. Conscientes de que Jesús dijo que entrar en la vida venidera con algunas cosas cortadas es mejor que entregarnos a ellas, deberíamos pensar y orar sobre lo que permitimos o invitamos a formar parte de nuestra vida y que no es conforme a Su naturaleza, personalidad, voluntad y Palabra, y tomar medidas concretas para eliminarlo.

    Lo esencial de Su mensaje en este pasaje del Sermón del Monte es que para agradar a Dios no basta con observar una serie de reglas, como enfatizaban los fariseos, sino que lo que Él busca es una transformación de los motivos e intenciones de nuestro corazón. Jesús se vale de esos ejemplos para enseñarnos a nosotros, que somos ciudadanos del reino de Dios, cómo podemos convertirnos en nuevas criaturas que procuren deliberadamente vivir conforme al espíritu de lo que dicen las Escrituras.

    Publicado por primera vez en enero de 2016. Adaptado y publicado de nuevo en abril de 2024.


    2 Leon Morris, The Gospel According to Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 1992), 117.

    3 R. T. France, The Gospel of Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 2007), 205.

    4 John R. W. Stott, The Message of the Sermon on the Mount (Downers Grove: InterVarsity Press, 1978), 91.

  • Abr 19 No teman
  • Abr 16 No hagas lo que Yo quiero
  • Abr 15 La Ley y los Profetas, 1ª parte
  • Abr 11 Dios actúa de forma poco convencional
  • Abr 9 Cambia tus pensamientos, cambia tu vida
  • Abr 4 Gracia en momentos de padecimiento
  • Abr 3 ¿Cuál es tu fuente?
  • Abr 2 Vivir por fe
  • Mar 28 Celebrar la comunión
   

Rincón de los Directores

Estudios bíblicos y artículos edificantes para la fe

  • Virtudes de los seguidores de Cristo: amor

    [Virtues for Christ-Followers: Love]

    En nuestro estudio de la Epístola a los Gálatas, en el capítulo 5, subrayé que Pablo dice a sus lectores que «anden en el Espíritu» y «no satisfagan los deseos de la carne»[1]. A continuación, enumera una serie de vicios y advierte a los gálatas —y a todos los creyentes, como ya ha hecho antes— que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios[2].

    Seguidamente, Pablo contrapone a esa lista de vicios una lista de virtudes, en la que expone el fruto del Espíritu que se hará manifiesto en la vida de los creyentes. «El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio»[3]. Entendemos, pues, que estas cualidades deben estar presentes en la vida de los creyentes.

    Esas cualidades cristianas —o virtudes, como las llamaré en esta serie— son fruto del Espíritu, no producto de la fuerza humana o el carácter humano. En esta serie repasaremos cada una de las nueve virtudes e incluiremos citas y comentarios que espero que les resulten motivadores en su esfuerzo individual por cultivar esas virtudes y volverse más semejantes a Cristo, a fin de que los demás vean resplandecer el Espíritu de Dios a través de nosotros y se sientan atraídos hacia Él. (Si les interesa hacer un estudio más a fondo de cada una de esas virtudes, consulten la serie Más como Jesús.)

    Si bien esas virtudes no siguen un orden particular, la primera de la lista es el amor. En 1 Corintios 13 también dice que «el mayor de ellos —refiriéndose a la fe, la esperanza y el amor— es el amor». Jesús dijo: «Este es Mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como Yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos»[4].

    El siguiente artículo ilustra el poder del amor de Dios y nuestra gran necesidad de él.

    La virtud preeminente

    No hay nada como el poder del amor de Dios. Es capaz de sanar corazones quebrantados, curar profundas heridas emocionales y restablecer relaciones fracturadas. En definitiva, el amor todo lo renueva. El apóstol Pablo lo entendió. Escribió: «Si pudiera hablar todos los idiomas del mundo y de los ángeles pero no amara a los demás, yo solo sería un metal ruidoso o un címbalo que resuena»[5]. En otras palabras, sin el amor de Dios, Pablo no era más que una lata vacía. Lo mismo puede decirse de nosotros.

    En una escala del uno al diez, el amor de Dios tendría un diez: sobrepasa a todas las demás virtudes en importancia. El amor es paciente y bondadoso, es sufrido y siempre comunica esperanza y aliento. No se desanima jamás. Siempre edifica y se niega a destruir. Nunca tiene prisa. No se impone, no es exigente ni egocéntrico.

    El amor espera a que llegue lo mejor de Dios, sin importar el qué o el cuándo. No entra en pánico frente a las dificultades, las derrotas o el temor. No se aferra a soluciones humanas, sino que siempre busca hacer la voluntad divina. El amor es amable, gentil y comprensivo. Actúa conforme a lo que es mejor para los demás, pasa por alto las ofensas y es espléndidamente generoso.

    «El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso»[6]. Deja que Dios promueva y exalte. Le atribuye a Él el mérito de todo éxito personal al tiempo que reconoce los aportes de los demás. Siempre celebra las ganancias honradas ajenas, y no presume ni provoca, sino que se inclina con humildad.

    El amor no es grosero. Es educado y cortés, incluso con los maleducados, malgeniados e insultantes. El amor verdadero nunca es egoísta, sino que piensa primero en el prójimo. No se irrita a causa del comportamiento de los demás. Se niega a juzgar y le deja eso a Dios. No lleva un registro mental de los agravios. No se deleita en el mal, sino que se regocija con la verdad. Recibe cada día con alegría y una sonrisa. Piensa en lo bueno y es feliz simplemente obedeciendo a Dios.

    Pablo termina su descripción puntualizando: «El amor nunca deja de ser»[7]. En efecto, así es el amor de Dios. Eso no solo quiere decir que Su amor jamás se acabará; también significa que, en cualquier situación, la respuesta correcta siempre es amar. Cuando manifestamos el amor de Dios —en particular a los que nos han herido o se han puesto en contra de nosotros—, nos libramos de sentimientos como el rencor, la ira, el rechazo, la hostilidad o la resistencia a perdonar.

    Aprender a amar a Dios y al prójimo como Dios te ama te llevará a descubrir rincones de tu corazón que jamás te aventurarías a explorar tú solo. Una cosa es segura: viviendo a la luz de Su amor conocerás las íntimas atenciones de tu amoroso Padre celestial. Charles Stanley, «The Power of God’s Love»

    Hay dos facetas del amor a las que hemos sido llamados, como señala Jesús en Mateo 22: el amor a Dios y el amor al prójimo. Por supuesto, están relacionadas, habida cuenta de que nuestro amor al prójimo es una expresión de nuestro amor a Dios y de la presencia de Su Espíritu en nosotros, ya que Dios es amor. «Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce a Dios»[8].

    A lo largo de la Biblia, el amor de Dios viene descrito como un amor que nos persigue activamente, que procura establecer una relación con nosotros y acercarnos a Él, tal como ilustran las siguientes citas:

    El cristianismo no es una simple religión ni un rosario de reglas o rituales. Es una relación, y no una cualquiera, ya que la Biblia la compara con un matrimonio, en el que se supone que hay intimidad, transparencia, comunicación abierta y esperanzas y deseos compartidos. La Biblia enseña: «Tu marido es tu Hacedor (“el Señor de los ejércitos” es Su nombre)»[9], y dice que hemos quedado «unidos a aquel que resucitó de entre los muertos [Jesús], para producir buenos frutos para Dios»[10]Ronan Keane

    Nuestro Dios no está pacientemente a la espera de que le ofrezcamos amor, sino que nos persigue activa y vigorosamente. […] Es el padre que corre por el sendero a abrazar a su hijo pródigo aun antes de que el muchacho pueda realizar su acto de contrición. Es el agricultor insensato que entrega nada menos que un jornal entero a hombres que ni siquiera han trabajado. Es Jesús perdonando a la mujer pecadora aun antes de que esta exprese su pesar. Es el rey que ofrece un banquete espléndido a los mendigos. Son todos símbolos de un Dios cuyo amor por nosotros es tan activo, tan intenso, que si se lo juzgara según criterios humanos se diría que, a lo menos, está loco.  Andrew Greeley

    El principal rasgo de la personalidad de Jesús es Su amor, y todo el Evangelio está entretejido con amor. A veces no es fácil, y a menudo requiere sacrificios, pero cuando amamos es cuando más nos parecemos a Jesús.  Steven Furtick

    Cuando reflexionamos sobre cómo modelar nuestra vida de acuerdo con el mandato bíblico de amar al prójimo como a nosotros mismos, a menudo nos viene a la memoria la conocida parábola del Buen Samaritano de Lucas 10. Jesús contó esa parábola en respuesta a la pregunta «¿Quién es mi prójimo?» Las siguientes citas, comenzando con unos extractos de un artículo que escribí sobre la parábola, responden a esta importantísima pregunta:

    Cuando el intérprete de la Ley preguntó: «¿Quién es mi prójimo?» quería una respuesta categórica y sin matices. Pero la parábola de Jesús evidenció que es imposible hacer una lista reducida que limite las personas a las que tenemos el deber de amar o que debemos considerar nuestro prójimo. Jesús aclaró que el prójimo son todas las personas necesitadas que Dios pone en nuestro camino.

    Mediante esta parábola, Jesús dejó bien claro que nuestro prójimo es cualquiera que tenga alguna necesidad, sea cual sea su raza, religión o categoría social. No hay límites a la hora de determinar a quién debemos manifestar amor y compasión. La compasión va mucho más lejos de lo que requiere la ley; hasta se nos pide que amemos a nuestros enemigos.

    Puede que las personas golpeadas por la vida con las que nos encontremos no estén medio muertas físicamente a un costado del camino. Pero son muchos los que necesitan que alguien les manifieste amor y compasión, les tienda una mano o se muestre dispuesto a escuchar sus gritos de auxilio para convencerse de que valen y de que alguien se preocupa de ellos. Si Dios te pone a ti en su camino, es posible que te esté llamando a ser ese alguien.

    En esta parábola, Jesús declaró qué espera de nosotros en cuanto a amor y compasión, y Sus palabras de cierre para nosotros, los que la oímos hoy en día, son: «Ve y haz tú lo mismo».  Peter Amsterdam, «El buen samaritano»

    *

    Todos vivimos rodeados todos los días de personas que son nuestro prójimo. Las tenemos delante, detrás, a un lado y al otro. Están donde sea que vayamos. Empaquetan alimentos y asisten a reuniones del ayuntamiento. Sostienen carteles en las esquinas y rastrillan hojas en la casa de al lado. Juegan al fútbol en el instituto y reparten la correspondencia. Son héroes, prostitutas, pastores y pilotos. Viven en la calle y diseñan nuestros puentes. Van a seminarios y están en la cárcel. Nos gobiernan y nos molestan. Están dondequiera que miremos. Es lo único que todos tenemos en común: somos el prójimo de esas personas, y ellas son nuestro prójimo. Ese ha sido el sencillo pero brillante plan maestro de Dios desde el principio. Creó un mundo entero de personas que son prójimo unas de otras. Nosotros lo llamamos Tierra, pero para Dios es un barrio muy grande de prójimos.  Bob Goff, «A todos, siempre»

    Definimos quién es nuestro prójimo mediante nuestro amor. Convertimos a una persona en nuestro prójimo cuando manifestamos interés en ella. No es que primero definamos como nuestro prójimo a una clase de personas y luego las escojamos solo a ellas como objeto de nuestro amor. Jesús rechaza hábilmente la pregunta «¿Quién es mi prójimo?» y la sustituye por la única pregunta realmente pertinente aquí: «¿A quién trataré como a mi prójimo?» Dallas Willard, «La divina conspiración»

    De vez en cuando viene bien hacer balance de cómo nos va en eso de «amar al prójimo como a nosotros mismos» y buscar formas de crecer y mejorar, tal como ilustran los siguientes extractos de dos artículos.

    La prerrogativa del amor

    El amor siempre perdona, se entrega, jamás abandona.
    En todo momento está dispuesto con los brazos abiertos.
    Mientras vive es proclive
    a dar. Es su prerrogativa:
    dar mientras viva.  John Oxenham

    «Amad a vuestros enemigos —dice Jesús—, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir Su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los Cielos es perfecto»[11].

    Me dirás que es más fácil decirlo que hacerlo. Ni siquiera estás seguro de que quieras amar a quienes te han agraviado o perjudicado. Al fin y al cabo, no se lo merecen. Preferirías mucho más guardar las distancias con tu jefe gruñón, con ese antiguo amigo que te ofendió o con el colega que habló mal de ti a tus espaldas.

    Una de las grandes maravillas del amor de Dios es que posee la virtud de vencer nuestros prejuicios y esas reacciones negativas tan propias de la naturaleza humana. Si bien a Dios no le agradan ciertos actos de algunas personas o su forma de comportarse, no por eso deja de amarlas. ¿No es así como actúa con nosotros? Nunca deja de amarnos a pesar de nuestras faltas e imperfecciones, de lo que hacemos o dejamos de hacer. Nunca nos rechaza ni nos niega Su amor. Nunca nos da por imposibles, por mucho que nos descarriemos.

    Esa es la clase de amor que quiere que nosotros manifestemos. Y solo tenemos que pedírselo. «El amor cubrirá multitud de pecados»[12]. Dios te concederá la gracia y el amor para perdonar a los demás en la medida en que se lo pidas.  Shannon Shayler

    ¿Cómo se expresa activamente el amor bíblico?

    La Biblia narra de qué manera manifestaba Jesús compasión e interés con Sus palabras y acciones. Él rezaba, recorría largas distancias para consolar y sanar a los enfermos y moribundos, pasaba ratos en silencio con Dios, y con eso y muchas otras cosas nos dio ejemplo de cómo podemos amar activamente. Nunca pidió cumplidos ni elogios por lo que enseñaba y por cómo amaba a los demás. Él nos mandó que nos amáramos los unos a los otros. Cuando nos preocupamos por los demás y los amamos, tenemos oportunidad de acercarlos a Él[13]. […]

    Las Escrituras nos dicen cómo podemos ofrecer esperanza a quienes atraviesan momentos difíciles. Una entrañable amiga de mi marido y mía falleció recientemente debido a un coronavirus. Esta querida amiga y su esposo fueron los primeros que nos dieron la bienvenida al barrio. Se presentaron a la puerta de nuestra casa con flores de vivos colores. La visita de esta dulce pareja nos permitió conocerlos y a la vez contarles cosas de nosotros. Se forjó una amistad maravillosa. Nos veíamos casi todos los días, y juntos reíamos y teníamos conversaciones profundas.

    Cuando le dieron el diagnóstico a nuestra amiga y la ingresaron en el hospital, el vecindario fue notificado. Inmediatamente la gente empezó a preguntar cómo podía ayudar. Un vecino organizó un tren de comidas. Otros cortaron el pasto, se encargaron de los tachos de basura exteriores y compraron lo que hacía falta en el supermercado. Todas esas personas expresaron amor con sus acciones. […]

    En todo momento tenemos la oportunidad de comunicar el amor y la gloria de Cristo. Aunque no estemos físicamente en condiciones de actuar, disponemos de formas de expresar Su amor. Si no se nos ocurre una manera de manifestar amor mediante acciones físicas, podemos rezar. […]

    A diario se nos presentan oportunidades de amar activamente. Dios nos muestra maneras de expresar amor, ya sea cuidando a amigos enfermos, ayudando a unos vecinos con los quehaceres domésticos, tomando la mano de alguien que está afligido, o simplemente sentándonos a escuchar.

    ¿Hay momentos en los que nos cuesta manifestar amor activamente? Sí. Somos humanos y tenemos defectos. Cuando eso sucede, podemos acudir al Padre y pedirle orientación[14]Melissa Henderson[15]

    Reflexiones

    «Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y Su amor se ha perfeccionado en nosotros» (1 Juan 4:12).

    «Queremos aprender a vivir de tal manera que nuestra sola presencia hable del amor y la gracia perdonadora de Dios.»  Richard Foster, «Celebración de la disciplina»

    «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos Mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis» (Mateo 25:40).

    «Jesús dijo que cuando nos expresanos amor libremente los unos a los otros y satisfacemos las necesidades de los pobres y necesitados, de los que están aislados y sufren, en realidad estamos actuando así con Él.»  Bob Goff, «A todos, siempre»

    (Continuará)


    Nota

    A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.



    [1] Gálatas 5:16.

    [2] Gálatas 5:19–21.

    [3] Gálatas 5:22,23 (NBLA).

    [4] Juan 15:12,13.

    [5] 1 Corintios 13:1 (NTV).

    [6] 1 Corintios 13:4 (CST).

    [7] 1 Corintios 13:7.

    [8] 1 Juan 4:7.

    [9] Isaías 54:5.

    [10] Romanos 76:4 (NBV).

    [11] Mateo 5:44–48.

    [12] 1 Pedro 4:8.

    [13] Juan 13:34,35.

    [14] 1 Corintios 16:14.

  • Abr 2 1 Corintios: Capítulo 1 (versículos 26-31)
  • Mar 12 1 Corintios: Capítulo 1 (versículos 17-25)
  • Feb 27 1 Corintios: Capítulo 1 (versículos 4-16)
  • Feb 14 La Primera Epístola a los Corintios: Introducción
  • Feb 6 La comunicación: una parte fundamental en las relaciones
  • Ene 30 La Epístola a los Gálatas: Capítulo 6 (versículos 6-18)
  • Ene 16 La Epístola a los Gálatas: Capítulo 6 (versículos 5:25-6:5)
  • Ene 2 La Epístola a los Gálatas: Capítulo 5 (versículos 13-24)
  • Nov 21 La Epístola a los Gálatas: Capítulo 5 (versículos 2-12)
   

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