• La Tierra es del Señor y también todos los que viven en ella.

  • Pon tu mano en la mano de Dios.

  • Así brille vuestra luz.

  • El mundo pasará; pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre.

  • Oren sin cesar. Den gracias en todo.

Áncora

Devocionales presentados de forma sencilla

  • Un bebé en mis brazos

    Curtis Peter Van Gorder

    [A Tiny Babe in My Arms]

    La esposa de un amigo mío acaba de dar a luz a una preciosa niña. Cuando los visitamos, tuve oportunidad de sostener a aquel hermoso bebé en mis brazos. Tenía solo un par de semanas y su cabecita cabía cómodamente en la palma de mi mano, mientras con la otra sostenía su cuerpecito. Me enterneció saber que en mis manos había una nueva alma creada hace tan poco por Dios para vivir entre nosotros.

    No pude sino imaginar la maravillosa venida de Cristo a la Tierra hace unos 2000 años. Imaginen al Dios del cosmos llegando a nuestro diminuto planeta para convertirse en un débil e indefenso bebé que dependía completamente de que otros lo cuidaran, de la misma forma que la pequeña bebé de mi amigo que tenía en mis manos. La bebita sonrió en sus sueños, como si estuviera correteando y persiguiendo mariposas por un fragante campo de flores silvestres. Yo también sonreí.

    Me vino a la mente la imagen de los pastores que visitaron a Jesús en el pesebre. Me pregunté si ellos también pudieron sostener en brazos a aquel precioso bebé. Imagino que les habría gustado. Me pregunto por qué Dios escogió a aquellas sencillas personas para que escucharan el anuncio angelical, en vez de a los venerados líderes religiosos de la época. Randy Alcorn, pastor y autor de grandes éxitos editoriales, escribió que en los tiempos de Jesús «los pastores ocupaban el escalafón más bajo de la pirámide social palestina. Compartían la misma posición poco envidiable de los recaudadores de impuestos y barrenderos de estiércol». Si bien cuidaban de las ovejas que se usadas en los sacrificios para expiar los pecados, se les prohibía entrar por las puertas del Templo porque su trabajo humilde los volvía ceremonialmente impuros.

    Me parece increíble que, pese al hecho de que los estimados rabíes y escribas religiosos sabían que el Mesías nacería en Belén (Miqueas 5:2), ninguno se tomó la molestia de acompañar a los reyes magos para visitar al tan esperado Redentor. ¡Y estuvo muy bien! Imaginen que alguno de ellos hubiera ido hasta Belén y que Herodes se hubiera enterado del paradero del bebé Jesús. ¡Demuestra por enésima vez que Dios está al control de todo! En cambio, los humildes pastores fueron los escogidos para que se arrodillaran ante la cuna de Cristo.

    Cuando leemos sobre los pastores en la Natividad, conviene recordar que todos somos de una u otra forma pastores, ya sea guiando a nuestros hijos, ayudando a nuestros compañeros de trabajo o influenciando la vida de otros de diversas maneras. Los pastores y sus ovejas tienen un lugar especial en los afectos de Dios y simbolizan Su interacción con nosotros. En la Biblia encontramos muchas alusiones a ellos[1]. En el capítulo 10 de Juan, Jesús se llama a sí mismo el Buen Pastor que cuida de Su rebaño y le provee de lo que necesita. Hay tanto que el Señor quiere que aprendamos de los pastores de antaño, que fueron de los primeros en contemplar el nacimiento de Jesús. Hay muchas lecciones que podemos aplicar a nuestra vida.

    La vida de un pastor es de compromiso inapelable. Se sacrifica para anteponer las necesidades de su rebaño a las suyas. Cerca de nosotros vive un pastor de ovejas, y me sorprende su fortaleza y determinación para cuidar del rebaño pese al frío y las condiciones climáticas. Nosotros también deberíamos dedicarnos de lleno a ayudar a las personas de quienes somos responsables.

    Los pastores de la Natividad vieron una revelación angelical que les comunicó el mensaje. Y obedecieron a la visión celestial. Es probable que Dios no nos hable mediante un coro de huestes angelicales, sino con una voz delicada y apacible que nos dice: «Este es el camino, andad por él» (Isaías 30:21). El caso es que no sólo fueron a ver a Cristo, sino que quedaron tan impresionados que llevaron las buenas nuevas a todos los que encontraron. Cuando compartimos nuestra fe es mejor recibida si les contamos a los demás lo que nos sucedió cuando conocimos a Jesús, igual que hicieron aquellos pastores. Es posible que alguno de ellos relatara lo vivido así:

    Los pastores como yo no tenemos muchas emociones estando en el campo, pero te digo: ¡aquella noche fue una locura! ¡Un ángel brillante y glorioso apareció de la nada a varios de nosotros! Probablemente creas que estar todo el día bajo el sol y de noche a la intemperie me dejó frito el cerebro, y es posible que sea en parte cierto. ¡Pero no podemos negar lo que vimos! ¡Pregúntales a los otros que estaban conmigo y verás que todos dicen lo mismo!

    El ángel dijo… ¿qué fue exactamente? El ángel empezó diciendo: «No temáis». Y yo estaba como: ¿Temer? Qué va, si no tengo miedo. Estoy muerto del susto… Y luego el mensajero dijo: «Os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor». Y luego remató diciendo: «Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre». Por si eso fuera poco, de repente apareció como refuerzo todo un coro de ángeles que cantaban: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!»

    Luego de semejante espectáculo, quedamos todos sentados en el suelo, con la boca abierta, tratando de procesar lo que acabábamos de ver y preguntándonos: «¿Por qué a nosotros?» Entonces, uno de los pastores dijo: «Oigan, ¿qué hacemos aquí sentados perdiendo el tiempo? ¡Vamos a Belén a comprobarlo! El ángel dijo que encontraríamos al bebé acostado en un pesebre. No puede haber tantos bebés en un establo, ¿cierto?» Así que fuimos y, adivina qué, no nos tomó mucho tiempo encontrar a aquel hermoso bebé prometido.

    Desde luego, después de eso no he vuelto a ser la misma persona. Dios me escogió a mí. Nunca nadie me había escogido para nada. Jamás olvidaré lo que nos dijo el ángel: «Os doy nuevas de gran gozo para todo el pueblo». Y puesto que soy uno del pueblo, me incluye a mí. Y oye, te incluye a ti también. Así que sí, esas son las buenas nuevas. ¡El Mesías finalmente ha llegado y está aquí para salvarnos! (Ver Lucas 2:8-14.)

    Si aquellos sencillos pastores pudieron compartir su fe, nosotros también podemos. ¡Anunciemos al mundo entero la maravilla extática de la venida de Cristo a vivir con nosotros! Los ángeles del Cielo se regocijan cuando se arrepiente un alma y recibe a Cristo para vivir por siempre en gloria eterna (Lucas 15:10, Juan 3:16). ¡Esa es la mayor alegría de la Navidad!

  • Dic 17 ¿Tiene la Navidad la influencia de tradiciones paganas?
  • Dic 16 Encontrar la voluntad de Dios y tomar decisiones que Dios apruebe
  • Dic 12 Recuperación por medio de la alabanza, 3ª parte
  • Dic 10 Jesús, tu eterno amigo
  • Dic 9 El sentido de los problemas
  • Dic 6 Las buenas nuevas, un gran gozo para todo el mundo
  • Dic 4 El oficial gentil
  • Dic 3 Buenas nuevas para todos en todas partes
  • Nov 29 Tesoros eternos
   

Rincón de los Directores

Estudios bíblicos y artículos edificantes para la fe

  • Virtudes de los seguidores de Cristo: dominio propio

    [Virtues for Christ-Followers: Self-control]

    El dominio propio (o templanza en algunas traducciones de la Biblia) es la última virtud de la lista. En el Nuevo Testamento se alude varias veces a ella.

    En 1 Corintios, Pablo pinta una imagen descriptiva del dominio propio al hablar de la carrera en la que estamos participando: «Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno. Disciplino mi cuerpo como lo hace un atleta, lo entreno para que haga lo que debe hacer. De lo contrario, temo que, después de predicarles a otros, yo mismo quede descalificado»[1].

    Hablando de los postreros días, Pablo dice a los creyentes: «Es bueno que sepas que, en los últimos días, […] la gente solo tendrá amor por sí misma y por su dinero», «no tendrán control propio» y «amarán el placer en lugar de amar a Dios»[2]. En otro pasaje dice: «No durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios»[3]. En su primera epístola, Pedro igualmente nos advierte que «el fin del mundo se acerca. Por consiguiente, sean serios y disciplinados en sus oraciones»[4].

    El dominio propio, tal como se entiende en las Escrituras, podría definirse como la fortaleza interior de carácter que nos capacita para dominar nuestras pasiones y deseos y al mismo tiempo tener buen juicio en lo tocante a nuestros pensamientos, emociones, actos y decisiones. Ese buen juicio nos permite determinar el mejor modo de actuar o de reaccionar ante una situación dada.

    Para cultivar el dominio propio debemos comenzar por reconocer que hay aspectos de nuestra vida en los que nos falta autocontrol, en los que nuestra conducta debería estar más alineada con la Palabra de Dios. El siguiente paso consiste en reconocer nuestra incapacidad para superar nuestras flaquezas y pecados por nosotros mismos, y acudir al Señor en oración para pedirle que nos transforme. Seguidamente debemos actuar en consecuencia y ejercer dominio propio, ya sea negándonos a hacer cosas que sabemos que no debemos hacer u obligándonos a hacer otras que sabemos que debemos hacer. (Más sobre este tema en Más como Jesús: Dominio propio.)

    El concepto bíblico de dominio propio implica que los seres humanos tenemos deseos que debemos controlar y no satisfacer. Cultivar esa virtud significa aprender a dominarnos —a controlar nuestras emociones, deseos y sentimientos— mediante el poder del Espíritu Santo, tal como ilustran los siguientes artículos.

    Adquirir dominio propio

    El secreto para adquirir dominio propio radica en rendirle nuestra vida a Dios y dejar que Su Espíritu Santo guíe nuestros pensamientos, nuestros actos y toda nuestra vida. «No os conforméis a este mundo —recomienda el apóstol Pablo—, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta»[5].

    Eso no quiere decir que no vayamos a tener tentaciones, o que no tengamos que seguir esforzándonos por superar nuestros malos hábitos y debilidades. Es obvio que tenemos que poner de nuestra parte. Cuando la tentación toque a nuestra puerta, debemos oponerle resistencia, y también es preciso que procuremos fortalecer nuestros puntos flacos. Pero la realidad es que, en algún momento, todos caemos en la tentación, nos dejamos llevar por nuestras debilidades o nos excedemos en cosas que con moderación estarían bien. El apóstol Pablo bien podría haber estado hablando por cualquiera de nosotros cuando dijo:

    «Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual lo hago. He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal. Amo la ley de Dios con todo mi corazón, pero hay otro poder dentro de mí que está en guerra con mi mente. Ese poder me esclaviza al pecado que todavía está dentro de mí. ¡Soy un pobre desgraciado! ¿Quién me libertará de esta vida dominada por el pecado y la muerte?»[6]

    Aun así, a continuación Pablo da con la solución: «Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo»[7].  Rafael Holding[8]

    El poder de Dios

    «Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno» (1 Corintios 9:25, NTV). «Nunca mucho costó poco», dicen los instructores de fitness, y tienen razón. El máximo rendimiento se adquiere con autodisciplina y autocontrol. Los atletas olímpicos entrenan durante años para tener la oportunidad de lograr un instante de gloria. Pues la carrera en la que nosotros corremos es mucho más importante que ninguna competición atlética terrenal. Así que, para un cristiano, el dominio propio no es opcional. […]

    Tres veces en la 1ª epístola de Pedro, Dios nos recuerda que debemos tener la mente despejada y ser disciplinados. ¿Por qué? Porque una mente despejada tiene mucho que ver con el dominio propio. Dios nos capacitó para cambiar nuestros hábitos al darnos la capacidad de escoger nuestros pensamientos. ¿Acaso Romanos 12:2 dice que debemos transformarnos poniendo mucho empeño o por pura fuerza de voluntad? No. ¿Cómo debemos transformarnos? Por medio de la renovación de nuestra manera de pensar. Cuando tu dominio propio es puesto a prueba, tienes que llenar tu mente con las promesas de Dios. […]

    La Biblia dice que Dios pone en nosotros Su Espíritu Santo para conferirnos poder. Todos los cristianos tienen en sí el Espíritu de Dios, pero no todos tienen Su poder. En Juan 15, Jesús lo ilustra de una forma muy hermosa. Compara nuestra vida espiritual con una vid y sus ramas: «Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí y Yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer» (Juan 15:5). […]

    El secreto para depender del Espíritu de Dios radica en estar incesantemente orando. Ora acerca de tus decisiones. Ora acerca de tus necesidades. Ora acerca de tus intereses. Ora acerca de tu horario. Ora acerca de los problemas que tienes. Ora acerca de las personas con las que te vas a reunir. Ora acerca de tus compras. Ora por todo. Eso es lo que significa permanecer: ser consciente de que Dios está siempre contigo, practicar Su presencia. A medida que ores, empezarás a ver cómo se desarrolla en ti el fruto del Espíritu.  Rick Warren[9]

    Espíritu de poder y de dominio propio

    El dominio propio nos ayuda a resistir la tentación y a no conformarnos a las cosas de este mundo. Guía nuestras decisiones y está relacionado con los demás frutos que exhibimos. Por ejemplo, la paciencia, o tolerancia, requiere dominio propio. Proverbios 14:29 dice: «El que tarda en airarse es grande de entendimiento; el impaciente de espíritu pone de manifiesto su necedad». Nuestra naturaleza pecaminosa nos impulsa a dejarnos llevar por nuestro mal genio, pero se nos insta a superar eso y ser pacientes. Del mismo modo que se aplica a la paciencia, el dominio propio puede aplicarse a todos los demás frutos del Espíritu. […]

    Jesucristo fue un modelo perfecto de dominio propio, porque vivió sin cometer pecado y manifestó cada uno de los frutos del Espíritu. Exhibió dominio propio porque fue enviado a la Tierra para cumplir la voluntad del Padre. Debía llevar una vida perfecta para darnos ejemplo, y al final murió por nuestros pecados para que tengamos vida eterna.

    En Mateo 26:53,54, Jesús dice: «¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a Mi Padre, y que Él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?»

    Jesús sabía para qué había sido enviado a la Tierra y, a pesar de Su [turbación], se controló y se sometió al plan perfecto del Padre. Si Él no hubiera tenido dominio propio, nos enfrentaríamos a la muerte como castigo por nuestro pecado.

    2 Timoteo 1:7 dice: «No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». Como tenemos en nosotros el Espíritu Santo, podemos ejercer dominio propio y manifestar los frutos del Espíritu. Y así podemos vivir de una manera que honre a Dios.  Lauren Abraham[10]

    Un don del Espíritu Santo

    Desde una perspectiva bíblica, el dominio propio —o su ausencia— viene de lo más profundo de nosotros: del corazón. Comienza con el control de nuestras emociones e incluye también el control de nuestra mente. Suele estar asociado a la sobriedad (1 Timoteo 3:2; Tito 1:8; Tito 2:2; 1 Pedro 4:7), y en varios pasajes el lenguaje del dominio propio se aplica especialmente a la mente. […]

    Deseamos controlarnos mediante el poder que Él nos da. Aprendemos a decir que no, pero no solo decimos que no. Admitimos que sería impropio y vacío hacerlo por nuestra cuenta. Le pedimos ayuda a Jesús, asumimos la responsabilidad y diseñamos estrategias concretas. Confiamos en las promesas de Dios de que nos infundirá poder para toda buena obra (2 Corintios 9:8; Filipenses 4:19) y a continuación actuamos con la confianza de que Él lo hará en nosotros y a través de nosotros (Filipenses 2:12,13). […]

    En última instancia, ejercer dominio propio es dejarnos controlar por Cristo. Cuando «el amor de Cristo nos controla» (2 Corintios 5:14, NTV), cuando aceptamos de buena gana la verdad de que Él es nuestro soberano, podemos disfrutar de la libertad de que no es preciso que hagamos uso de nuestras propias fuerzas para controlarnos, sino que podemos hallar fuerzas en las fuerzas de otro. En la persona de Jesús, «la gracia de Dios se ha manifestado […], enseñándonos» no solo a renunciar a «la impiedad y los deseos mundanos», sino también a vivir «en este mundo sobria, justa y piadosamente» (Tito 2:11,12, NBLA). […]

    Como el dominio propio es un don producido en nosotros y a través de nosotros por el Espíritu de Dios, los cristianos podemos y debemos ser las personas del planeta con mayores esperanzas de adquirir dominio propio. A fin de cuentas, tenemos como hermano al hombre con mayor autocontrol de la historia del mundo.

    Toda Su vida estuvo «sin pecado» (Hebreos 4:15). «Él no cometió pecado ni se halló engaño en Su boca» (1 Pedro 2:22). Mantuvo el rumbo aun cuando el sudor le caía como gotas de sangre (Lucas 22:44). […] Cuando lo injuriaban, no respondía con injurias (1 Pedro 2:23). […] En toda prueba y tentación, «a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia» (Hebreos 5:8), y el clímax de Su dominio propio fue cuando se hizo «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:8). Pues Él es quien nos fortalece (Filipenses 4:13).

    En Jesús tenemos un recurso para adquirir un dominio propio auténtico, muy superior al que podríamos conseguir con nuestras pocas fuerzas.  David Mathis[11]

    *

    Benjamin Carson es uno de los médicos más prestigiosos del mundo. Fue criado en un barrio pobre de Detroit por una madre divorciada que se veía obligada a tener más de un empleo para llegar a fin de mes. Aunque ella solo había estudiado hasta tercer grado, logró mejorar radicalmente el bajo rendimiento escolar del pequeño Benjamin y de su hermano al obligarlos a apagar la televisión para que leyeran libros.

    Aunque el desempeño académico de Carson se corrigió, él se enfrentó a otro obstáculo en el camino del éxito: su temperamento violento. Según él mismo cuenta, solía golpear a otras personas con bates o piedras, y hubo un incidente en el que le rompió las gafas a un vecino y casi le destroza un ojo.

    Lo peor llegó cuando estaba en 9º e intentó apuñalar a un chico en la barriga. Afortunadamente, la víctima llevaba un cinturón con una gran hebilla metálica que rompió la hoja. «Me di cuenta de que un temperamento así me iba a llevar a la cárcel, al reformatorio o a la tumba», recuerda Carson.

    Empezó «a rezar y a pedirle a Dios que lo librara de ese mal genio». Entonces, buscando orientación en medio de su desdicha juvenil, empezó a leer el libro de los Proverbios en el Antiguo Testamento. Este versículo en particular le llegó al alma:

    «Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, el que domina su espíritu que el conquistador de una ciudad» (16:32).

    Tras esa crisis espiritual, cuenta Carson que fue capaz de controlar su genio. Se graduó tercero de su clase en el instituto Southwestern High y obtuvo una beca para estudiar en Yale. Sin duda, el dominio propio le permitió convertirse en un médico y cirujano de primera.  Richard Ostling[12]

    Dios es fiel

    Allí estaba una vez más, navegando mecánicamente por Instagram, dejándome absorber por el agujero negro de las páginas de influencers que anunciaban un producto, una rebaja, una oferta tras otra. Se me estaba yendo tanto de las manos que hacía clic en «Añadir al carrito» y, cuando las cajas aparecían frente a nuestra puerta unos días después, escondía los paquetes para que no los viera mi esposo. Sabía que estaba mal, pero sentía que la tentación era demasiado fuerte para romper ese ciclo de compras impulsivas que tan familiar me resultaba. Pero era mentira. No hay tentación que no podamos superar.

    Es importante recordar que la verdad no se fundamenta en nuestros sentimientos. Debemos examinar lo que dice la Palabra de Dios con el fin de renovar nuestra mente con Su verdad y adquirir sabiduría para tomar decisiones sanas, [que Dios apruebe]. En lo relativo al dominio propio y la superación de cualquier tentación, hallaremos verdades en 1 Corintios. El apóstol Pablo afirma:

    «No han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, Él les dará también una salida a fin de que puedan resistir» (1 Corintios 10:13, NVI). […]

    Nos puede parecer que la tentación es irresistible, pero Dios siempre nos da una vía de escape. Debemos pedirle sabiduría y ojos espirituales para descubrir esa salida. En mi caso, la sabia solución fue dejar de seguir las páginas de Instagram de esas influencers para no tener continuamente delante de los ojos la tentación de lo que ellas recomendaban.

    El Espíritu Santo es fiel: si sometemos nuestras decisiones a Su aprobación, no dejará de darnos sabiduría, guiarnos y fortalecernos. Nos hará ser conscientes de lo que hacemos mal, nos recordará lo que dice la Biblia y cultivará los frutos que hemos recibido, especialmente el del dominio propio. Los creyentes hemos recibido los frutos del Espíritu, los cuales, al igual que los frutos naturales, necesitan cultivarse. Cuanto más caminamos con el Señor y estudiamos Su Palabra, más se desarrollan y fortalecen esos frutos en nosotros.  Emily Massey[13]

    Oración para adquirir dominio propio

    Amado Señor, ahora que comienzo mi jornada, te invito a guiar mis pensamientos, palabras y acciones. Concédeme fuerzas para abrazar la disciplina, no como una carga, sino como una senda hacia la libertad. Ayúdame a descubrir alegría en los pequeños actos de dominio propio y a recordar que cada decisión que tomo es una oportunidad de reflejar Tu amor y Tu gracia.

    En medio del ajetreo y el bullicio de las exigencias de este día, sé Tú mi calma constante. Enséñame a priorizar no solo lo urgente, sino también lo importante. Recuérdame que la autodisciplina es una forma de adoración, una manera de honrarte en todos los aspectos de mi existencia. Haz que Tu Espíritu me guíe a tomar decisiones que aporten vida, alegría y paz. En el nombre de Jesús, amén.  Laura Mendenhall[14]

    Reflexiones

    «La gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos que, negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús» (Tito 2:11–13, NBLA).

    «El auténtico dominio propio consiste en someternos no a nuestro control, sino al poder de Cristo.»  David Mathis

    «Poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor» (2 Pedro 1:5–7).

    «El dominio propio es un ejercicio de fortaleza interior, bajo la dirección del sano juicio, que nos permite hacer, pensar y decir lo que agrada a Dios.»  Jerry Bridges

    (Continuará.)


    Nota
    A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.



    [1] 1 Corintios 9:25,27 (NTV).

    [2] 2 Timoteo 3:1–4 (NTV).

    [3] 1 Tesalonicenses 5:6.

    [4] 1 Pedro 4:7 (NTV).

    [5] Romanos 12:2.

    [6] Romanos 7:18,19,21–24 (NTV).

    [7] Romanos 7:25 (DHH).

    [8] «Dominio propio desde una perspectiva bíblica», Áncora, junio de 2014.

    [9] Rick Warren, El poder de Dios para transformar su vida (Vida, 2018).

  • Nov 12 1 Corintios: Capítulo 5 (versículos 1-13)
  • Nov 5 Virtudes de los seguidores de Cristo: mansedumbre
  • Nov 4 Virtudes de los seguidores de Cristo: fidelidad
  • Oct 1 Virtudes de los seguidores de Cristo: bondad
  • Sep 17 1 Corintios: Capítulo 4 (versículos 15-21)
  • Sep 5 Virtudes de los seguidores de Cristo: benignidad
  • Ago 20 1 Corintios: Capítulo 4 (versículos 6-14)
  • Ago 6 Virtudes de los seguidores de Cristo: paciencia
  • Jul 23 1 Corintios: Capítulo 3 (versículos 3:18-4:5)
   

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