• Llevar las buenas nuevas. En todo momento.

  • Dios amó tanto al mundo. A cada persona.

  • Donde Dios está, hay amor. (1 Juan 4:7-8)

  • La oración es subir hasta el corazón de Dios. Martín Lutero

  • La Tierra es del Señor y también todos los que viven en ella.

Áncora

Devocionales presentados de forma sencilla

  • Confiar en Dios en cada etapa de la vida

    Tesoros

     [Trusting God in Every Season of Life]

    La Biblia enseña que «hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo». Este pasaje da ejemplos de esas temporadas, como tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo para derribar y tiempo para construir; tiempo de llorar y tiempo de reír; y tiempo de estar de duelo (Eclesiastés 3:1–7). En la Biblia abundan los relatos de personas que soportaron muchas cosas, tuvieron altibajos, triunfos y pérdidas. Los relatos del Antiguo Testamento de quienes llegaron al cuadro de honor de Dios —en el capítulo 11 de Hebreos— son de los que se aferraron a su fe y pusieron su confianza en Dios en cada etapa de la vida.

    La realidad es que en esta vida todos —también los cristianos— enfrentaremos problemas, dificultades, desafíos, enfermedad, angustia, tragedia y pérdida. Cuando pasamos por etapas difíciles, tal vez nos cuesta comprender las razones por las que Dios permite algo en nuestra vida o en el mundo que nos rodea. ¿Por qué Dios no resuelve todos nuestros problemas y nos protege a nosotros y a otras personas de todo el dolor, sufrimiento y pérdida? ¿Por qué no hace que esta vida sea sin dolor y perfecta como ha prometido que será nuestra vida eterna en el Cielo? ¿Por qué debemos soportar dificultad y sufrimiento?

    La respuesta más breve es que nuestro tiempo en la Tierra es un campo de pruebas, donde crecemos en la fe, nos acercamos a Dios y con el tiempo somos transformados a fin de ser más como Jesús (2 Corintios 3:18). Los problemas hacen que acudamos al Señor y dependamos más de Él. Nuestras experiencias en esta vida nos enseñan amor, compasión y empatía hacia el prójimo y nos preparan para ayudar y servir a otros de mejor manera (2 Corintios 1:4). Los problemas son para fortalecernos e instruirnos, y para que aumente nuestra fe y confianza en Dios, además de ayudarnos a tener más compasión por los demás.

    En su primera epístola, el apóstol Pedro señaló que los creyentes han nacido para tener «una esperanza viva» por medio de la resurrección de Jesucristo. Añadió: «Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo. El oro, aunque perecedero, se acrisola al fuego. Así también la fe de ustedes, que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es digna de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele» (1 Pedro 1:3–7).

    En su escrito, Santiago llegó a animar a los creyentes a considerarse «muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce perseverancia» (Santiago 1:2,3). En varias traducciones se emplean otras palabras, como paciencia y aguante. Más adelante en el capítulo, Santiago destaca la recompensa de aguantar: «Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba porque, cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman» (Santiago 1:12).

    Lo que Dios ha prometido
    Dios no ha prometido
    cielos siempre azules,
    ni que la vida toda sea
    senda de flores y perfumes.
    Dios no ha prometido
    sol sin chaparrones,
    alegría sin dolor,
    paz sin tribulaciones.

    Pero sí ha prometido
    fuerzas para cada día,
    descanso a su tiempo,
    luz para la travesía,
    gracia en las pruebas,
    ayuda del Cielo,
    inagotable compasión
    y amor imperecedero.
      Annie Johnson Flint (1866–1932)

    Aprendizaje a lo largo de la vida
    La vida es una experiencia de aprendizaje. Para los que conocemos y amamos a Jesús, Él es nuestro maestro. Quiere que lo entendamos mejor a Él, Su amor y salvación; y que les seamos de mayor utilidad a Él y a los demás.

    Dios sabe que no podemos depender únicamente de nuestra fuerza y sabiduría para llevar a cabo Sus propósitos. De hecho, Jesús dijo: «El que permanece en Mí, como Yo en él, dará mucho fruto; separados de Mí no pueden ustedes hacer nada» (Juan 15:5). La Biblia también dice que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece (Filipenses 4:13). Así que sabemos que el Espíritu de Dios nos dará poder para hacer las buenas obras que Él dispuso de antemano a fin de que las lleváramos a cabo (Efesios 2:10).

    Por supuesto, aprender a encomendar a Dios nuestros caminos, pensamientos y acciones no es algo que se aprenda de la noche a la mañana. Hace falta tiempo y experiencia; a menudo requiere enfrentar desafíos, dificultades, fracasos y aparentes derrotas. En la Biblia se encuentran muchísimos relatos de personas a las que Dios permitió que enfrentaran dificultades y enormes desafíos en preparación para el cumplimiento de Su plan. Necesitaban aprender a poner su confianza en Dios, incluso cuando todo parecía ir en contra de lo que esperaban.

    Un ejemplo de ello es la vida de José en el Antiguo Testamento. Jacob tenía doce hijos y José era su favorito. Los hermanos mayores estaban tan celosos de José que casi lo mataron. Lo arrojaron a un pozo y luego lo vendieron como esclavo. Lo llevaron a Egipto, donde fue esclavo y más adelante condenado a prisión como un delincuente. Sin embargo, gracias a la intervención de Dios, José llegó a ser el segundo hombre más poderoso de Egipto. Dios se valió de él para salvar a Su pueblo de la hambruna.

    Más adelante, cuando los hermanos de José se encontraron con él, arrepentidos de lo que le habían hecho, José replicó: «Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente» (Génesis 50:20,21). Lo que José soportó en las etapas muy difíciles de su vida fue parte de lo que el Señor preparó. Todo fue a fin de que se llevaran a cabo las buenas obras que Dios quería que hiciera.

    Pensemos en el apóstol Pablo: era un líder judío con futuro. Entonces se llamaba Saulo. Se encargaba de poner fin a la secta de los seguidores de Jesús de Nazaret, la cual que crecía rápidamente (Hechos 22:1–5). Cuando viajaba a caballo hacia Damasco, donde pretendía capturar, poner en prisión y ejecutar a tantos cristianos como pudiera, de repente una luz del cielo brilló a su alrededor; cayó al suelo ante esa luz brillante de la presencia de Cristo (Hechos 9:3–5). El propio Jesús le dijo a Saulo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues». Los hombres que viajaban con Saulo también oyeron la voz, pero no vieron a nadie (Hechos 9:5–7).

    Indefenso y ciego, Saulo tuvo que ser guiado de la mano hasta la ciudad; estaba atónito por lo que le había pasado y no pudo comer ni beber por tres días. El Señor le dio instrucciones a un discípulo llamado Ananías. En una visión, Dios le dijo a Ananías que fuera a ver a Saulo. Al principio se resistió, debido a que Saulo perseguía a los creyentes. Pero el Señor le mandó que fuera, diciéndole: «Ese hombre es Mi instrumento escogido para dar a conocer Mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por Mi nombre» (Hechos 9:13–16).

    Entonces Ananías fue y oró por Saulo, que recuperó la vista, se convirtió y llegó a ser el apóstol Pablo (Hechos 9:17–19). Dios tenía una misión y plan para Pablo. Sin embargo, a fin de llevar a cabo Su buen propósito en la vida de Pablo, él pasaría por muchas pruebas y dificultades, lo cual lo prepararía a fin de que Dios pudiera valerse de él para establecer la iglesia primitiva, llevar el evangelio a los gentiles y presentarse con denuedo delante de gobernantes y autoridades. (Véase Hechos 23 y 24.)

    Así pues, incluso si no siempre entendemos por qué estamos viviendo una temporada de lucha, pruebas, dificultades y quebrantamientos, ¡es importante recordar que Dios tiene un propósito y sabe lo que hace (Jeremías 29:11)! El Señor obra por medio de las temporadas más difíciles de nuestra vida a fin de dejarnos importantes enseñanzas que no aprenderíamos de otra forma y para que crezca nuestra fe en Dios y amor por Él y otros. Anímense, pues, con esos ejemplos de la Biblia. No se desanimen si todo parece desmoronarse o se frustran sus esperanzas o están pasando por un momento difícil.

    Asimismo, es importante recordar que en muchos casos no podemos ver las cosas como Dios las ve, pues «como son más altos los cielos que la tierra, así Mis caminos son más altos que sus caminos, y Mis pensamientos más altos que sus pensamientos» (Isaías 55:8–9). Dios no nos juzga ni nos recompensa según nuestro éxito o fracaso, sino según nuestra fidelidad, como Jesús enseñó en la parábola de los talentos (Mateo 25:14–29). Algún día en el Cielo, el Señor dirá a los que le fueron fieles: «Bien, siervo bueno y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu señor» (Mateo 25:21). No dirá «siervo exitoso», sino «siervo fiel».

    Independientemente de la temporada de la vida en la que te encuentres, puedes tener la certeza de que al ser hijo de Dios, estás en Sus manos (Juan 1:12–13). Has nacido de nuevo en una esperanza viva. Hay una herencia que se guardó para ti en el Cielo y que no perecerá, no se echará a perder ni se desvanecerá. Estás protegido mediante la fe y por el poder de Dios (1 Pedro 1:3–5). El Dios del universo es tu Padre y Él te llama Su hijo. Jesús te ha llamado Su amigo y te ha amado tanto que sufrió y murió para tu redención eterna (Juan 15:9–15).

    En la Biblia Dios nos ha dado muchas promesas de Su protección, provisión y cuidado. A fin de fortalecer nuestra fe, es importante que dediquemos tiempo a estudiar la Palabra de Dios. La Biblia nos dice que así como los recién nacidos desean ser alimentados, deberíamos desear la leche pura de la Palabra de Dios, de modo que crezcamos por ella (1 Pedro 2:2). Aunque la Biblia tal vez no dé respuestas específicas a toda situación o época a la que nos enfrentemos, nos enseña los principios divinos para afrontar los retos de la vida de manera que complazca a Dios y bendiga a los demás.

    «Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por Su propia gloria y excelencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir con devoción. Así Dios nos ha entregado sus preciosas y magníficas promesas para que ustedes […] lleguen a tener parte en la naturaleza divina» (2 Pedro 1:3,4).

    Publicado en Áncora en junio de 2025.

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Rincón de los Directores

Estudios bíblicos y artículos edificantes para la fe

  • 1 Corintios: Capítulo 11 (versículos 17–34)

    [1 Corinthians: Chapter 11 (verses 17–34)]

    En la segunda mitad del capítulo 11, Pablo aborda otra cuestión relativa al culto colectivo, en este caso sobre la práctica de la Cena del Señor por parte de los corintios.

    Al darles las siguientes instrucciones, no puedo elogiarlos, ya que sus reuniones traen más perjuicio que beneficio (1 Corintios 11:17).

    Aunque antes Pablo había comenzado con palabras elogiosas, en este caso afirma que no puede elogiarlos. No tiene motivos para hacerlo. Su reprimenda a los corintios en este asunto se centraba en las prácticas relacionadas con sus reuniones y el culto público. Pablo no los condena totalmente, pues antes los había elogiado por seguir muchas de sus enseñanzas sobre el culto (1 Corintios 11:2). Sin embargo, su evaluación en este caso fue que el perjuicio que causaban sus horas de culto superaba el beneficio derivado de ellas.

    ¿Qué prácticas podrían generar una condena así? Los corintios corrompían uno de los actos más sagrados del culto cristiano: la Cena del Señor. No habían dado la debida consideración al honor de Cristo, ni se habían honrado unos a otros en la celebración de la Cena del Señor.

    En primer lugar, oigo decir que cuando se reúnen como iglesia hay divisiones entre ustedes, y hasta cierto punto lo creo (1 Corintios 11:18).

    Pablo comienza su argumento con en primer lugar; sin embargo, nunca pasa al segundo o tercer asunto. Esto debe entenderse en el sentido de que lo más importante es la forma en que aquello era cierto. Además añade las palabras oigo decir. Pablo no menciona quién era su fuente, pero anteriormente en esta misma epístola dice que algunos de la familia de Cloé le habían informado de asuntos similares (1 Corintios 1:10-12). Aunque no podía estar seguro, Pablo conocía la iglesia lo suficientemente bien como para creer que los informes eran ciertos, al menos hasta cierto punto.

    Pablo ya había abordado el tema de las divisiones entre los corintios en los capítulos 1-4. Aquí su crítica se centra en las divisiones que había cuando los corintios formaron su iglesia.  La principal preocupación de Pablo era que esas divisiones perjudicaban el culto público.

    Porque es preciso que haya entre ustedes hasta partidismos, para que se manifiesten entre ustedes los que son aprobados (1 Corintios 11:19 RVA-2015).

    Hay dos interpretaciones diferentes de este versículo. En una interpretación, algunas divisiones pueden ser necesarias porque la iglesia contiene tanto verdaderos creyentes como algunos falsos fieles. Visto desde esa perspectiva, Pablo está de acuerdo en que a veces es necesario que los verdaderos creyentes establezcan diferencias con las falsas enseñanzas de los demás para que quede claro quién tiene la aprobación de Dios. Esa interpretación encuentra apoyo en el hecho de que la palabra partidismos, traducida en la NVI como divisiones, no tiene esa acepción.

    Por otra parte, Pablo no dice claramente que aprueba esas diferencias. Puede que lo dijera sarcásticamente, interpretando las diferencias como parte de las divisiones. Las divisiones son claramente negativas, y las diferencias (o partidismos) también pueden serlo. De ahí su comentario, no puedo elogiarlos (v. 17).

    Las diferencias pecaminosas podrían explicar por qué la iglesia permitía que algunos de sus fieles pasaran hambre, como señala Pablo más adelante. Es posible que los pobres no fueran considerados «aprobados», y tal vez hasta fueran contados como «prescindibles».

    Cuando se reúnen, ya no es para comer la Cena del Señor (1 Corintios 11:20).

    Pablo ahora aborda el tema principal que lo preocupa. Cuando los corintios cristianos se reunían para celebrar la Cena del Señor, las divisiones eran tan disgregadoras que no podía llamarse Cena del Señor. (Aunque el término Cena del Señor se usa comúnmente hoy en día para la práctica de la comunión, este versículo es el único que contiene esa frase en el Nuevo Testamento).

    Porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, de manera que unos se quedan con hambre mientras otros se emborrachan (1 Corintios 11:21).

    Pablo describe el informe que había recibido. Al disponerse a comer, lo hacían sin esperar a los demás. La frase cada uno se adelanta puede traducirse como «cada uno toma su propia cena». La intención de Pablo puede haber sido identificar la «propia cena» de cada uno para explicar por qué no era la «Cena del Señor». Algunos de los creyentes corintios habían perdido el sentido unificador de la Cena del Señor y en su lugar se centraban principalmente en sí mismos. Otros se emborrachaban en lo que debía ser una celebración del sacrificio del Señor por los creyentes.

    ¿Acaso no tienen casas donde comer y beber? ¿O es que menosprecian a la iglesia de Dios y quieren avergonzar a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Voy a elogiarlos por esto? ¡Claro que no! (1 Corintios 11:22).

    Pablo los corrige haciéndoles algunas preguntas. Primero les preguntaba si no tenían casas donde pudieran comer y beber sus comidas. Con esto Pablo puede haber querido decir: «Si esto es lo que hacen en la Cena del Señor, entonces quédense en casa». Se oponía a que los pobres fueran discriminados. Los corintios hacían distinciones sociales entre ricos y pobres durante las reuniones para la Cena del Señor. Aquello inquietaba profundamente a Pablo, y expresó enérgicamente su oposición a ello.

    En segundo lugar, Pablo aborda lo erróneo de esa práctica preguntando a quienes humillaban a los pobres si despreciaban a la iglesia de Dios. La Iglesia está formada por personas de todas las clases sociales y etnias, que son iguales a los ojos de Dios. Cuando los creyentes impiden que los pobres del pueblo de Dios participen en la Cena del Señor, menosprecian la santidad de la ceremonia. Dado que los pobres son una parte esencial de la comunidad eclesial, no se puede discriminar a los pobres sin despreciar a la Iglesia.

    En tercer lugar, Pablo pregunta si los fieles ricos pretenden humillar a los que no tienen nada. En la época de Pablo, los ricos solían humillar y menospreciar a los pobres. Sin embargo Jesús enseñó que en el reino de Dios los pobres son bienaventurados (Lucas 6:20-21). También advirtió a los ricos de las dificultades que acompañaban a su condición social (Marcos 10:25). En Corinto, a los pobres, que ya no tenían nada en términos mundanos, sus correligionarios también les robaron su sentido de la dignidad, y para colmo en la Cena del Señor. Con sarcasmo, Pablo les pregunta si creen que debería elogiarlos por su comportamiento. Luego responde a sus propias preguntas decididamente: «¡No, no lo haré!»

    Yo recibí del Señor lo mismo que les transmití a ustedes: Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan y, después de dar gracias, lo partió y dijo: «Esto es Mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de Mí» (1 Corintios 11:23–24).

    Pablo procede entonces a recordar a los corintios las enseñanzas sobre la Cena del Señor que él mismo les había transmitido. La expresión «les transmití» era un término utilizado por los rabinos de la época de Pablo para referirse a la transmisión oficial y sagrada de las tradiciones religiosas. Este pasaje contrasta con el elogio anterior de Pablo a los corintios por seguir las enseñanzas que él les había «transmitido» (1 Corintios 11:2). En cuanto a la Cena del Señor, ya conocían la forma correcta de celebrarla, pero no habían puesto en práctica la enseñanza como era debido.

    No aceptar aquellas enseñanzas de Pablo era preocupante, puesto que él no había inventado la Cena del Señor, sino que había transmitido lo que había recibido del Señor. No precisó la forma concreta en que recibió la enseñanza del Señor. La pudo haber recibido directamente de otros apóstoles (Gálatas 1:18), o sobrenaturalmente de Cristo mismo durante sus primeros años en Arabia (Gálatas 1:15-17).

    Pablo procede a explicar en términos sencillos cómo observar correctamente la Cena del Señor relatando cómo la había llevado a cabo Jesús la noche en que fue traicionado. Utilizó cuatro puntos para describir la partición del pan: Jesús tomó el pan, dio gracias, lo partió y proclamó: «Esto es Mi cuerpo, entregado por ustedes».

    El término «pan» también puede traducirse como «hogaza». Es probable que Jesús utilizara una sola hogaza de pan para simbolizar la unidad de los que participaban. Dio gracias y partió el pan. Los anfitriones solían partir el pan para sus invitados, como vemos que hizo Jesús cuando alimentó a los cinco mil (Marcos 6:41, Juan 6:11). Luego habló a Sus discípulos sobre el simbolismo del pan.

    Pablo resumió a Jesús aludiendo a tres cosas. Primero: Esto es Mi cuerpo. Esta frase ha suscitado cierta controversia a lo largo de la historia de la Iglesia. La tradición católica romana ha interpretado este pasaje de manera literal: que durante la comunión, el pan y el vino se transforman en sustancia física para convertirse en el cuerpo y la sangre reales de Cristo. Este punto de vista se llama «transubstanciación».

    La concepción luterana de la «consubstanciación» sostiene que el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes en el pan y el vino, pero que las sustancias físicas de éstos no cambian. La mayoría de los protestantes sostienen que Cristo está espiritualmente presente durante la comunión, y que los elementos de la Cena del Señor son símbolos de su cuerpo y su sangre. Si bien ni este pasaje ni los relatos del Evangelio aclaran esta cuestión, Jesús nos asegura que «donde dos o tres se reúnen en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos» (Mateo 18:20).

    En segundo lugar cita la frase entregado por ustedes. Cristo sufrió y murió en la cruz por los demás. Su expiación por nuestros pecados se ofrece a todos y está al alcance de cualquiera que acuda a Él con fe y arrepentimiento (1 Juan 1:9-2:2). Sin embargo en estas palabras de la Cena del Señor, Jesús dijo que entregó Su vida por un grupo particular de personas: Sus seguidores. Su sufrimiento expió sólo los pecados de aquellos que creen en Él como Señor y Salvador.

    Tercero, hagan esto en memoria de Mí. La Cena del Señor (comunión) fue ordenada como un acto en el que el pueblo de Dios debía recordar la muerte y resurrección de Jesús. La última cena que Jesús compartió con los apóstoles se enmarcó en el contexto de la traición, detención y muerte inminente de Cristo1. Al partir y recibir el pan, recordamos los sufrimientos de Cristo por nosotros.

    Este llamamiento a la memoria se produce una vez más en relación con la sangre de Cristo en el siguiente versículo del mismo pasaje.

    De la misma manera, tomó la copa después de cenar y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre; hagan esto cada vez que beban de ella en memoria de Mí» (1 Corintios 11:25).

    Pablo se centra ahora en la copa, señalando que Jesús la tomó de la misma manera, lo que indica que Jesús bendijo la copa por separado. A continuación repite lo que Jesús dijo al hablar del pan: Hagan esto... en memoria de Mí. De este modo Pablo subraya que el recuerdo y la reverencia a Cristo ocupan un lugar central en la ceremonia de la Cena del Señor.

    El relato de Pablo de las palabras de Jesús es muy similar al de Lucas, que también se refiere a la copa como el nuevo pacto en Mi sangre (Lucas 22:17-20). La expresión «nuevo pacto» procede de Jeremías 31:31, donde este describe el nuevo pacto que Dios concertaría con el resto de Su pueblo, un pacto basado en el perdón de los pecados y con la ley de Dios escrita en el corazón del pueblo. El Nuevo Testamento toma su nombre de este nuevo pacto establecido por la vida, muerte y resurrección de Jesús. Esto pone de manifiesto que el nuevo pacto que tuvo lugar a través del ministerio de Cristo fue el cumplimiento de la promesa.

    Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga (1 Corintios 11:26).

    ¿Por qué deben centrarse en Cristo los actos de comer y beber en la Cena del Señor? Porque cada vez que la iglesia participa en ella, los cristianos proclaman la muerte del Señor hasta que Él regrese. Cuando los no creyentes ven a la iglesia participando en la comunión en recuerdo del sacrificio que Jesús hizo al dar Su vida por nosotros, se proclama el mensaje del Evangelio. La expresión «la muerte del Señor» representa la totalidad del ministerio salvífico de Cristo en favor de la Iglesia: Su vida, muerte, resurrección y ascensión.

    Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor (1 Corintios 11:27).

    Al participar de la Cena del Señor de manera indigna, se peca contra el cuerpo y la sangre del Señor. Participar en la Cena del Señor de manera indigna se ha interpretado tradicionalmente como participar en la comunión teniendo un pecado no confesado. Hay un sentido en el que todos participamos de la comunión indignamente, ya que ninguno de nosotros puede ser completamente digno, y es importante para los creyentes confesar sus pecados y así prepararse para el culto. Pero el enfoque de Pablo aquí era mucho más estrecho. La indignidad que tenía en mente era participar en la Cena del Señor de una manera que no muestra la unidad de la iglesia en Cristo.

    Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de la copa. Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su propia condena (1 Corintios 11:28–29).

    Para evitar ofensas, antes de participar en la comunión, los creyentes deben examinarse a sí mismos y examinar sus motivos y acciones para tener certeza de que están en consonancia con las enseñanzas del Señor. El motivo de tomarse tiempo para el autoexamen es que la participación sin respeto y reconocimiento del sacrificio de Cristo acarrea condena.

    Pablo dio esta instrucción para corregir un problema específico. En general la ceremonia de la comunión debe ser un momento de celebración en el que los creyentes se centran en el sacrificio de Cristo por nosotros, la unidad de los creyentes y la predicación del Evangelio. La atención debe centrarse en Cristo y en los demás, no en uno mismo. Es en la preparación para la Cena del Señor cuando los individuos deben volver su atención hacia dentro para así asegurar que están participando de ella de manera digna.

    Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, incluso varios han muerto (1 Corintios 11:30).

    Pablo continuó resaltando la seriedad de incumplir la Cena del Señor señalando el escarmiento que muchos corintios experimentaban en forma de debilidad y enfermedades, y en algunos casos la muerte. Las enfermedades y la muerte no siempre son consecuencia de pecados personales, y llegan tanto a los creyentes como a los no creyentes por muchas razones2. Sin embargo en esta situación, Pablo se refiere al castigo del Señor.

    Si nos examináramos a nosotros mismos, no se nos juzgaría; pero si nos juzga el Señor, nos disciplina para que no seamos condenados con el mundo (1 Corintios 11:31–32).

    Pablo añadió que si los corintios se examinaran a sí mismos antes de la Cena del Señor y cambiaran sus acciones, Dios no los disciplinaría con la enfermedad y la muerte. Procede a recordar a los corintios que ni siquiera los que han sido castigados por sus acciones están condenados, sino que el Señor disciplina a los que ama (Hebreos 12:5-11). Dios disciplina a la Iglesia para que los verdaderos creyentes tomen nota y vuelvan a Cristo arrepentidos, y no sean condenados con el mundo.

    Así que, hermanos míos, cuando se reúnan para comer, espérense unos a otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que las reuniones de ustedes no resulten dignas de condenación. Los demás asuntos los arreglaré cuando los visite (1 Corintios 11:33–34).

    Pablo termina con una recapitulación y da algunas instrucciones finales, dirigiéndose a ellos como hermanos. La primera parte de su consejo, cuando se reúnan para comer, espérense unos a otros, sugiere que la Cena del Señor en el contexto corintio se celebraba en forma de comida. Pablo está señalando que la Cena del Señor debe ser una comida compartida en la que todos participen por igual. Si algunos llegaban temprano, debían esperar hasta que los demás llegaran antes de comer. En lugar de que los ricos comieran primero y los pobres se quedaran sin comer, todos los participantes debían comer al mismo tiempo. Así se honraría a los pobres y, por tanto, a Cristo.

    En segundo lugar, para eliminar cualquier justificación para no esperar a los demás, Pablo añadió que cualquiera que tuviera hambre debía comer en su casa. No reprendía a los pobres por acudir hambrientos a la Cena del Señor; no podían evitarlo. Aquellos con suficientes recursos debían comer en casa para que todos comieran juntos cuando se celebraba la Cena del Señor.

    Pablo aborda aspectos vitales del significado de la Cena del Señor y la manera en que los creyentes deben participar en ella. La observancia de la comunión es una proclamación de la muerte del Señor y de Su sacrificio por nuestra redención, y debe observarse con reverencia y adoración. Pablo también destacó la unidad que la ceremonia de la comunión debía representar entre la iglesia como cuerpo de Cristo. Sin embargo al parecer sabía que los corintios necesitaban más instrucción sobre el tema, que prometió impartirles en su siguiente visita.


    Nota
    A menos que se indique otra cosa, todas los versículos de la Biblia proceden de la Nueva Versión Internacional, © Biblica, Inc., 2022. Utilizados con permiso.


    1 Ver Mateo 26:17–29; Marcos 14:12–25; Lucas 22:7–20.

    2 Ver Job 2:1–7; Juan 9:2–3; Romanos 8:36.

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  • May 20 1 Corintios: Capítulo 11 (versículos 2-16)
  • Abr 28 1 Corintios: Capítulo 10 (versículos 16-33)
  • Abr 8 1 Corintios: Capítulo 10 (versículos 1-15)
  • Abr 1 1 Corintios: Capítulo 9 (versículos 18-27)
  • Mar 23 1 Corintios: Capítulo 9 (versículos 1-17)
  • Feb 25 1 Corintios: Capítulo 8 (versículos 1-13)
  • Feb 20 1 Corintios: Capítulo 7 (versículos 17-40)
  • Feb 4 1 Corintios: Capítulo 7 (versículos 1-16)
  • Ene 24 1 Corintios: Capítulo 6 (versículos 1-20)
   

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